Esta pregunta siempre causa un poco de instrospección porque por lo general sabemos quiénes somos en el plano superficial, es decir, conocemos nuestros datos generales: nombres y apellidos, edad, estado civil, sexo, dirección,etc. Pero eso no es lo que nos ocupará en esta oportunidad.
Más bien nos interesa poder descubrir quiénes somos en Cristo, o dicho de otro modo, ¿quién es Cristo en nosotros y de qué forma se manifiesta? La verdad es que toda la vida de los adolescentes creyentes gira en torno a esto, sobre todo porque nos cuesta mucho vivir en el estandar que Dios espera; y esto se da por la falta de una verdadera conciencia de que nuestros actos y actitudes son el reflejo visible de nuestra verdadera identidad.
Lastimosamente, algunos no nos hemos dado cuenta de lo maravilloso que Cristo hizo en nuestra vida cuando nos salvo, de tal forma que continuamos viviendo como si no hubiera ocurrido absolutamente nada. Jesús aclaró con firmeza que la verdad nos haría libres (Jn. 8:32), eso significa que lo que realmente somos es mucho más que seguir un listado de requisitos y mandamientos; todo lo contrario, es vivir en libertad para hacer lo que Dios le agrada, somos nueva criatura y como tal todos y cada uno de nuestros pecados han sido borrados para siempre (II Cor. 5:17).
Entonces respondamos la pregunta: si ahora todo es nuevo, ¿porqué sigo viviendo como si no tuviera a Cristo? bien, esa es una muy buena pregunta. La respuesta es que no has llegado a reconocer el valor que Cristo tiene en tu vida. La Biblia nos dice quienes somos y lo que nos corresponde ahora es entender que la forma anterior de vivir ya no nos corresponde. Dios nos dice en su Palabra que somos: la luz y la sal del mundo, somos sus hijos, podemos llamarle Padre, somos herederos de su gloria juntamente con Cristo, somos uno con Él, somos templo (vivienda) de su Santo Espíritu, somos parte de su Cuerpo, somos hechura suya para llevar a cabo su obra (Ef. 2:10), hemos sido sellados por su Santo Espíritu como garantía total de que le pertenecemos, y ¿qué más te podría decir? Lo que te resta es creerlo y a disfrutar de tu vida en Cristo, viviendo una vida (ahora si) capaz de agradar al Señor.
Un abraso.